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Mexico
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Testimonio # 2: “Recé el Padre Nuestro y me encomendé a Dios”

Héctor Gordoa iba a escribir sobre un asesinato subido en un clip a Youtube. Pero él mismo iba a parar allí. Lo soltaron—si prometía escribir lo que la mafia de la droga le dijera. Si no sus colegas morirían.

Credits Texto: Héctor Gordoa March 09 2013

Mi nombre es Héctor Gordoa, soy periodista mexicano y a lo largo de 25 años de ejercer mi profesión me he enfrentado a diversas situaciones de riesgo. Sin embargo, nunca me había encontrado en un escenario como éste, el cual me obligó a replantear mi vida profesional y familiar.

El 26 de julio del 2010, mientras realizaba una investigación sobre el penal de Gómez Palacio, en Durango, México, fui secuestrado por un grupo de narcotraficantes pertenecientes al Cartel del Pacífico, encabezado por Joaquín “El Chapo” Guzmán.

La investigación que realizaba se enfocaba en un diagnóstico de la Comarca Lagunera, región que une a Coahuila y Durango y en la que la pugna por el control de trasiego de la droga, migrantes y armas es cruenta entre el Cartel del Pacífico que controla Durango y los Zetas que dominan Coahuila.

El río Nazas divide a los municipios de Torreón, en Coahuila y los de Gómez Palacio y Ciudad Lerdo en Durango.

La publicación de un video en internet fue una pieza importante en la investigación del asesinato de 17 personas en la quinta Italia Inn en Torreón, Coahuila. En el mismo, el agente municipal de Lerdo, Rodolfo Nájera—tras ser torturado—narra cómo integrantes del Cartel del Pacífico, reclusos en el penal, durante las noches eran liberados para atacar a sus rivales en Torreón y posteriormente regresar a refugiarse en el Centro de Readaptación Social. Al final el policía es ejecutado.[1]

Esto motivó a sus rivales, el Cartel del Pacífico, a actuar de la misma manera, pero en ésta ocasión el objetivo fuimos los representantes de los medios de comunicación.

Al momento de nuestra captura, a unas calles del penal de Gómez Palacio, tres unidades con hombres fuertemente armados nos interceptaron, nos apuntaron con armas de alto poder y subieron al auto. Tras darme unos cachazos me obligaron a manejar y seguir a uno de los autos. Nos dirigimos a una brecha en la autopista rumbo a Lerdo, Durango, ahí estaba estacionada un Convoy Militar, estuve a punto de intentar chocar con ellos, pero se me hizo sospechoso que precisamente por ahí teníamos que pasar y seguí el camino.

Nos detuvimos en un claro cercano a un canal de aguas de riego, nos bajaron del auto y nos metieron a la cajuela del auto, estábamos a una temperatura aproximada de 38 grados centígrados, pero al interior mi compañero camarógrafo Alejandro Hernández y yo sentíamos que nos sofocábamos. Aproximadamente 40 minutos después nos sacaron y llevaron al pié de un árbol. También habían secuestrado a Javier Canales, un camarógrafo de Multimedios Laguna.

Escuchamos la sentencia de muerte, “Ya se los cargó la chingada” y cortaron cartucho, uno de los sicarios me obligó a ponerme la playera que llevaba puesta en mi cabeza y cubrir mis ojos con ella, puso la pistola en mi sien. Recé el padre nuestro y me encomendé a Dios. Solo escuché cuando accionó el arma y una risa burlona.

Ahí preguntaron quién era Héctor Gordoa de Televisa México, en ese momento entendí que algo necesitaban de mí y solicité hablar con el líder del grupo para saber qué era lo que necesitaba y de qué manera podría dialogar para lograr nuestra liberación. Increíble, las únicas personas que sabían que estaba en la región eran el Secretario de Seguridad Pública de Durango y el Alcalde de Gómez Palacio; comprendí que ellos me habían entregado.

De ahí, los tres fuimos trasladados a una casa de seguridad, al llegar a la vivienda nos llevaron a un cuarto en construcción en la parte posterior, había otras seis personas secuestradas. En medio del lugar había una cubeta donde realizábamos nuestras necesidades fisiológicas, la cual permaneció así durante los días que estuve secuestrado. El hedor, el clima extremo, hormigas y arañas que nos picaban. Las constantes amenazas y golpes nos llevaron a perder la noción del tiempo.

De los otros secuestrados, tres de ellos eran Agentes Federales de Investigación que indagaban la veracidad del video del cual ya mencioné Javier Ortega, Antonio Corona, Gerardo Arroyo. Que grabaron un video en donde señalaban la complicidad de agentes federales con los Zetas.[2] Un policía municipal y dos taxistas.

El policía municipal se llamaba Ramón Gerardo Adame Acosta, quien fue grabado en un video que también se subió a las redes sociales en el cual es obligado a señalar la complicidad de autoridades estatales y municipales de Coahuila con el cartel de los Zetas.[3]

El líder del grupo, al cual llamaban “Adán” platicó conmigo en repetidas ocasiones, me explicó cómo estaba integrado el Cartel del Pacífico, cómo fue que se había recrudecido la lucha entre los Carteles de la Droga y cómo algunas autoridades federales, estatales y municipales se habían aliado con ellos.

La exigencia para dejarnos libres era que Televisa y Milenio trasmitieran estos videos, entonces solicité ser el interlocutor, eso me permitió tener más comunicación tanto con Denise Maerker, titular del programa de investigación de Televisa Punto de Partida, del cual yo era jefe de información, así como tener más dialogo con los captores.

Milenio cedió a las exigencias, no así Televisa, teníamos que buscar la manera de convencerlos que la decisión no era nuestra, al ser simples empleados de una empresa de medios de comunicación. Para el segundo día se cerraron las negociaciones. Nuestra suerte estaba echada, ahora todo dependía de nosotros. Tuvimos que dialogar, ellos exigían que se investigara lo que ocurría realmente en la Comarca Lagunera, a lo que les respondí que por eso me encontraba en la región.

Esa fue la clave para logar mi liberación en primera instancia. Durante la mañana de ese lunes había entrevistado al alcalde de Gómez Palacio, a Policías Municipales y a familiares de Custodios e Internos del Cereso. Esto me permitiría realizar una el reportaje y presentarlo en el programa. Y ellos aceptaron, pero mis compañeros Alejandro y Javier se quedarían como garantía, de no cumplir ellos serían asesinados.

Por la tarde del jueves me liberaron en la Zona Industrial del municipio, bajé del auto vendado y colocaron la cámara con el material del reportaje en mis pies. Cuando me quité la venda tomé un taxi y me dirigí a Televisa Laguna. Mi objetivo era escribir mi reportaje y editarlo y así lo hice.

Al llegar, la televisora estaba resguardada por policías federales los cuales no se percataron de mi llegada. Ya en el interior me recibieron y avisaron a la directiva de la empresa que estaba libre, solicité una computadora y me puse a escribir, mi objetivo era salvar a mis compañeros.

Antes de regresar al Distrito Federal, Jefe de la División Regional de la Policía Federal, llegó a las instalaciones de Televisa y me preguntó qué había hecho para lograr mi liberación y en dónde se encontraba la casa de seguridad. Lo cual me molestó y demostró la poca capacidad de las autoridades en estos operativos.

Ya en la ciudad de México, esperaba que se presentara mi reportaje pero la decisión de la empresa estaba tomada, no habría programa. Al momento no lo entendí, la vida de mis compañeros dependía de la transmisión del reportaje pero Denise Maerker me insistió en que la comprendiera. En el momento no podía aceptarlo, pero hoy entiendo que fue la mejor decisión que pudo haber tenido. El no permitir que un medio de comunicación cediera a presiones de éste tipo, permitiría garantizar que no se repitieran estas malévolas intenciones.

Dos días después mis compañeros fueron liberados por los delincuentes. El supuesto rescate que anunciaron las autoridades federales es falso. Los liberaron porque durante nuestro secuestro insistimos en que quedarían muy mal ante la sociedad y serían comparados con sus rivales los Zetas. Eso fue lo que lo llevó a liberarlos.

Alejandro Hernández, mi camarógrafo huyó del país y pidió asilo político en otra nación; Javier Canales se encuentra en algún lugar de México con un bajo perfil; yo continúo con mi profesión, con mi pasión que es informar de la realidad de México.

Lamentablemente pertenezco a esa larga lista de colegas que viven incertidumbre e inseguridad porque, al igual que yo, han visto vulnerada su libertad para informar y han puesto en riesgo su integridad física y la de sus familias.

Las amenazas, las extorsiones, el secuestro y hasta la muerte se han convertido en situaciones comunes que—sumadas a la falta de seguridad e impunidad—hacen insostenible el ejercicio del periodismo en mi país.

En este momento, México es el país más peligroso para ejercer el periodismo a pesar de que no se encuentra en un conflicto bélico, pero sí se encuentra en medio de una guerra entre carteles de las drogas y el gobierno mexicano, la cual ha cobrado la vida de cerca de 70 mil personas.

Los comunicadores cumplimos con nuestro compromiso con la sociedad a pesar de la falta de garantías. 84 comunicadores asesinados en los últimos 10 años y más de 40 han desaparecido sin dejar rastro.

Doy gracias a Dios por estar vivo… La empresa en que laboraba, a diferencia de colegas de otros medios de comunicación, sí me respaldó para mantener mi trabajo, sin embargo, no contamos con prestaciones ni seguros médicos o de vida. Aunque ahora cambié a otra empresa, las condiciones son las mismas.

El panorama es poco claro para mí, y me pregunto: ¿cuál es la mejor alternativa para continuar en el apasionante oficio de comunicar? La respuesta la encuentro día a día en el ejercicio periodístico, en el que mi compromiso crece al ver a reporteros que también están comprometidos con la profesión y la sociedad en zonas peligrosas.

El periodismo es una profesión apasionante y con alto contenido de responsabilidad social, somos servidores públicos de la información y es por ello que continuamos día a día con nuestro compromiso.

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